Argumento: Santo Domingo, 1770. Zarité es una muchacha mulata de apenas nueve años cuando llega a una de las plantaciones de azúcar más importantes de Santo Domingo, propiedad del francés Tolouse Valmorain. Pese a verse obligada a vivir en el ambiente sórdido de la casa del amo, ha crecido sin conocer el látigo de los capataces o el hambre que ha matado a tantos de los suyos. Como esclava, también está al servicio de las dos esposas de Valmorain: dos personajes totalmente distintos pero muy bien caracterizados por la autora. Una serie de variopintos personajes la apoyarán para seguir adelante. Mujeres peculiares como Violette, que se dedica a la prostitución; o Loula, que la protege y organiza su negocio; Tante Rose, la curandera, Celestine o Tante Matilde, la cocinera de la plantación: personajes con un aire mágico que dan un ambiente y un color especial a la novela.
Pero Zarité quiere algo más que sobrevivir: anhela el derecho de amar a su hombre, el derecho a ser libre como lo fue en algún momento su abuela en su África natal. Deseos que se estrellan ante la cruel realidad. Los amos maltratan y desprecian a los esclavos. Estos a su vez organizan rebeliones, una de las cuales provoca un gran incendio en la plantación. Valmorain huye de la mano de Zarité. Ella ha criado a Maurice, hijo de Valmorain que crece junto a Rosette, la propia hija de Zarité y su amo. Según avanza la novela, la protagonista irá alcanzando la dignidad que le corresponde. Y vivirá su propia historia de amor.
A lo largo de la novela transcurren cuarenta años en la vida de Zarité durante los cuales se vislumbra lo que representó la explotación de esclavos en la isla en el siglo XVIII, sus condiciones de vida y su lucha por conseguir la libertad.
La isla bajo el mar es una novela que seguramente atrapará a quienes disfrutaron de títulos tales como La casa de los espíritus, Eva Luna o De amor y de sombra.
Fragmento: El mundo se estremece. El ritmo nace en la isla bajo el mar, sacude la tierra, me atraviesa como un relámpago y se va al cielo llevándose mis pesares para que Papa Bondye los mastique, se los trague y me deje limpia y contenta. Los tambores vencen al miedo. Los tambores son la herencia de mi madre, la fuerza de Guinea que está en mi sangre.
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